Pintura de António Soares ("No terrace du café des plaires") |
XVI
Tuvimos la mala idea
de sentarnos a tomar café
en un jardincito detrás
del Banco Francés de Barranquillas.
Creyéndonos turistas norteamericanas
una pandilla de muchachos
nos asaltó a navaja.
Ahí nomás les explicamos
que a mal monte vas por leña,
y que ni plata ni esmeraldas.
Uno me miraba
el anillito de oro
desgastado en el índice
de mi mano derecha.
Le conté una historia de familia.
Le hablé de mi mamá,
costurera en un pueblito del sur
que se llamaba Zaballa,
y de mi viejo
sol a sol en los potreros.
Era febrero.
Me dijo que el carnaval curaba
de necesidad, de amores, de deseo, ¿pero
cómo gozarlo sin un peso?
Nos tomamos el café y el agua
y comimos los daditos de azúcar.
Al final nos invitaron
a hacer la “zafra” con ellos.
Lo que sacáramos iba a medias,
nosotras para seguir viaje,
ellos para chuparse
y bailar en los carnavales.
Les dijimos que no
y se despidieron mansos,
con un beso.
Tuvimos la mala idea
de sentarnos a tomar café
en un jardincito detrás
del Banco Francés de Barranquillas.
Creyéndonos turistas norteamericanas
una pandilla de muchachos
nos asaltó a navaja.
Ahí nomás les explicamos
que a mal monte vas por leña,
y que ni plata ni esmeraldas.
Uno me miraba
el anillito de oro
desgastado en el índice
de mi mano derecha.
Le conté una historia de familia.
Le hablé de mi mamá,
costurera en un pueblito del sur
que se llamaba Zaballa,
y de mi viejo
sol a sol en los potreros.
Era febrero.
Me dijo que el carnaval curaba
de necesidad, de amores, de deseo, ¿pero
cómo gozarlo sin un peso?
Nos tomamos el café y el agua
y comimos los daditos de azúcar.
Al final nos invitaron
a hacer la “zafra” con ellos.
Lo que sacáramos iba a medias,
nosotras para seguir viaje,
ellos para chuparse
y bailar en los carnavales.
Les dijimos que no
y se despidieron mansos,
con un beso.
Diana Bellessi
Al menos fue suave.
ResponderEliminarabrazo
no siempre sucede asi, estos eran mansitos.
ResponderEliminarEL HOMBRE DEL CAFÉ